Cuando practicamos ejercicio físico o algún deporte es habitual –y algo completamente normal- que se puedan producir lesiones: podemos sufrir un golpe, una lesión muscular o articular, o simplemente una torcedura.
Precisamente cuando se lesionan los tendones, ligamentos, músculos o el tejido cercano a éstos es común que también se dañen los vasos sanguíneos situados cerca de la zona de la lesión. Como consecuencia es habitual que se produzca una hemorragia que rápidamente se extiende hacia el interior de los tejidos, liberando una serie de sustancias que en definitiva tienden a ser las “culpables” de que se desencadene el proceso inflamatorio, produciendo la aparición de inflamación y dolor.
Éste es el momento ideal para aplicar frío, ya que produce un efecto vasoconstrictor que permite minimizar la inflamación y reducir la extensión de la hemorragia. Es decir, el momento más adecuado para aplicar frío en una lesión es cuando ésta acaba de producirse, ya que permite no solo bajar la inflamación sino aliviar el dolor y los espasmos musculares.
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